Una vida en la escalera

Una vida en la escalera


Ella no era como las “chiquillas de alta sociedad que levantaron sus tiendas y se escabulleron silenciosamente” de la escuela de Robert Milton y John Murray Anderson –donde aprendió el oficio de actriz– cuando comprendieron que “la vida de un artista era un puntillismo cuyos puntos de color están hechos de sudor, celos, competencia, desilusión, inseguridad y más sudor”. En cierto modo, es lógico que aquella “tenaz trabajadora”, una mujer “incansable” y “muy exigente, sobre todo con ella misma”, como la definió William Wyler (William Wyler Interviews, de Gabriel Miller) subiera el primer peldaño de su carrera con el espíritu criminal de Leslie en La carta (1940) y la rebeldía de Julie en Jezabel (1938), donde se adivina cómo habría sido el personaje de Scarlett O’Hara si la Warner, que se lo había ofrecido, no hubiera vendido su opción sobre Lo que el viento se llevó (de Margaret Mitchell) a David O. Selznik. Tara había quedado fuera de su alcance; en teoría –no todos dicen lo mismo–, por sus viejas desavenencias “con el más sano y bello de los sátiros”, compañero suyo en Las hermanas (Anatole Litvak, 1938) y, al parecer, escaldado pretendiente: en cierta ocasión, le dijo que no intentaba ligar con ella porque creía que se reiría de él, y ella, que “nunca pedía la rara oportunidad de estar de acuerdo con un hombre”, se lo quitó de encima con un contundente “no sabes cuánta razón tienes, Errol”.

Author: Jesús Gómez Gutiérrez


Published at: 2025-06-14 20:06:57

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