En torno a esta brillante, singular, privilegiada estrella, poseedora de una inconmensurable masa que ejercía una inmensa fuerza gravitatoria en un sinnúmero de discípulos, de humanistas y de maestros homólogos, que han trazado órbitas su alrededor, quizás desde la remotísima lectura pública de versos que realizó en la Escuela Luján Pérez, en noviembre de 1958, invitado por, entre otros, Manuel González Barrera, como leemos en su indispensable Acaso sólo una frase incompleta (1965-2015), que publicó Mercurio Editorial en 2018; sobre este cisne, repito —que astronómicamente sería afín a NML Cygni—, trató la humilde pieza con la que a principios de este año le expresé mi gratitud y donde declaro, de todas las maneras posibles, por un lado, que yo, astro menudo, insignificante satélite, me sentí atraído por este gigante desde el instante mismo de nuestro primer encuentro, en septiembre de 1991 (un año antes de su llegada a la facultad —de la que fue secretario en el decanato de Germán Santana Henríquez y director, entre 1994 y 1999, de la emblemática revista del centro, Philologica canariensia— tras un periplo docente que, además de la capital grancanaria, le condujo a Agüimes, Tafira, Arucas… y, de 1983 a 1988, París, una estancia que inspiraría su impresionante Septenario, de 1985). Tanto ellos como los incluidos en ese sinnúmero de discípulos, de humanistas y de maestros homólogos antes anotado no podremos negar que, sin obligaciones, exigencias ni tributos —he aquí una muestra de la fortaleza de su autoridad—, este gigante, que sobre sus hombros nos enseñó a ver a otros como él, nos ayudó, por un lado, a que nos planteásemos nuestra realidad estética y cultural de otra manera, más atentos a la importancia que subyace en el hecho de que entendiendo nos podemos entender; y por otro lado, como consecuencia de lo señalado, contribuyó a perfilar en los jóvenes vates de aquella época una voz poética individual, autónoma, propia, identificable con la libertad, deudora del arte, hondamente trabajada y en constante revisión. Jamás imaginé que necesitaría acudir al final de mi entrañable viaje estival de 2024 junto al maestro para dar fin a unas palabras, las que nos convocan, que van dirigidas igualmente a él —como aquellas—, pero bajo el manto triste de una despedida solamente física, que toma el aspecto de un arrepentimiento, pues postergué para no sé cuándo la ocasión de entregarle en mano, mirándole con afecto y gratitud, el velero de Poesía universitaria palmense, que planteó como colofón la siguiente certeza: «Entre la llegada de Eugenio Padorno Navarro como alumno de la Universidad de La Laguna y la llegada de Eugenio Padorno Navarro como docente de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, en esos veintiocho años de diferencia, gracias a su prodigiosa intervención, se cimentó una admirada y admirable manera de hacer y asimilar la poesía en lengua castellana que, con el tiempo, trascendió hasta adquirir las formas de una entidad filosófica que contribuyó al entendimiento de lo que es y representa la canariedad; y que condicionó la lírica y el pensamiento cultural que se desarrolló a lo largo de la década de los noventa del siglo XX para luego sentar las bases para que fuera posible durante este primer cuarto del siglo XXI esa literatura de nuestra tierra que hoy no dudamos en afirmar no solo su más que demostrable existencia, sino su destacada posición dentro del amplísimo y complejo universo de las letras hispánicas».
Author: Victoriano Santana Sanjurjo
Published at: 2025-12-21 13:42:12
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