En algún punto no revelado de Fráncfort, un búnker antiaéreo de la Segunda Guerra Mundial, uno de esos colosos de hormigón que durante décadas fueron ruinas urbanas o espacios reconvertidos al ocio, ha adquirido una nueva función silenciosa y profundamente política: albergar uno de los mayores almacenes europeos de tierras raras y metales críticos. El antiguo búnker, reformado desde 2011 tras el primer gran aviso de Pekín con el embargo a Japón por las islas Senkaku, ofrece más de 2.400 metros cuadrados de almacenamiento con distintos niveles de seguridad, protegidos por muros macizos, cámaras, persianas opacas y una puerta acorazada de cuatro toneladas que da acceso a una cámara sin ventanas. Mientras tanto, la diplomacia europea trata de ganar tiempo: el ministro alemán de Exteriores, Johann Wadephul, ha viajado a Pekín para negociar algún tipo de alivio, aunque él mismo ha reconocido que no hay señales claras de que China vaya a conceder licencias generales de exportación a corto plazo.
Author: Miguel Jorge
Published at: 2025-12-20 16:00:59
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