Una tradición sostiene que luego de las derrotas mencionadas, Belgrano se lamentó por la ausencia de “un Dorrego” que lo auxiliara en las filas de la Patria. En Tucumán, a fines de febrero de 1814, el flamante jefe del Ejército del Norte, José de San Martín, convocó a los oficiales a su casa una tarde y los dispuso alrededor de la mesa del comedor, iluminada por candelabros. Tomó el candelabro de la mesa, dio un golpe seco y, sin quitarle la vista de encima, le dijo a Dorrego: “¡Coronel, hemos venido aquí a uniformar las voces de mando, no a reír!”.
Author: Daniel Balmaceda
Published at: 2025-12-06 23:41:44
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