Cuando se discute de las causas de la Segunda Guerra Mundial, se habla de las duras condiciones impuestas por el tratado de Versalles, de las facilidades que los préstamos norteamericanos dieron a Alemania para recuperarse, de la llegada del fascismo, de la voluntad de revancha, del apaciguamiento y de un sinfín de cosas más que son sin duda muy relevantes. Y quizá tengan razón quienes dicen que hay que pararle los pies a China, que compite en el mercado internacional con ventaja, o que es necesario contener el disparatado consumismo que padecemos en Occidente limitando, arancelariamente, la cantidad de bienes disponibles. Pero, con una guerra en Ucrania; Moscú queriendo volver a ser una gran potencia parecida a la URSS de la Guerra Fría; Pekín esperando la ocasión de recuperar Taiwán y queriendo dominar el Mar del Sur de la China, además de crear una zona de influencia en el Sudeste Asiático; la India deseando ajustar cuentas de una vez con Pakistán; Irán herido a punto de disponer del arma atómica, y Corea del Norte olfateando la oportunidad de recuperar el Sur de la península y pasarle al cobro a Japón las muchas deudas que tiene pendientes con él, no es el lugar ideal para emprender una guerra comercial que podría conducir a la recesión a muchas naciones, entre ellas, a Alemania y a Francia.
Author: Emilio Campmany
Published at: 2025-01-21 21:46:23
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