Calcinar la tierra y sus frutos, destruir puentes y depósitos para impedir la supervivencia de los enemigos, civiles y no, y, por tanto, su avance y/o su victoria fue la cruel lana cardada por muchos desde la Antigüedad antes de que el caballo de Atila cargara con la fama de destructor de la hierba. La España que quiere ser democrática porque cree que sólo una convivencia segura en libertad y en el marco de un Estado de Derecho es la forma superior conocida de la civilización –hasta el momento y a pesar de sus defectos–, tiene otros incendiarios encubiertos y disfrazados de demócratas que con llamaradas de palabras banales que ocultan hechos vergonzosos, están acabando con toda ilusión, incluso de una mera coexistencia. Está por escribirse una historia de la piromanía antidemocrática en España desde el momento mismo de la Transición, que sembró de explosivos inflamables los caminos constitucionales, desde el mantenimiento de los fueros medievales y privilegiados al poder desmedido, casi exclusivo, de los partidos, pasando por la negligencia de hacer depender la independencia judicial de la voluntad de sus enemigos.
Author: Pedro de Tena
Published at: 2025-08-24 19:56:56
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