El relato de Rafael Chirbes (con su evocación de cuando el tío Antonio se lo llevaba de pesca en el pueblo y de aquella “cesta de anguilas” en la que “metía la mano y tocaba aquellos cuerpos fríos y resbaladizos” que, a pesar de que le daban “miedo” y “asco”, no “podía” evitar “tocarlos”) supuso el descubrimiento de un autor al que, inexplicablemente, aún no había llegado: “Un hombre mucho mayor que yo, valenciano como yo, con un conflicto con su tierra como yo; me doy cuenta de que hay veces que, para cambiar tu vida, necesitas saber quién eres”. En la obra de Chirbes emerge, irremediablemente, la memoria de un país y de varias generaciones destrozadas por el trauma de una posguerra que el autor define a la perfección, en una entrada del 12 de agosto de 2004 del primer tomo de sus Diarios, con la figura —central— de su progenitora: “En las fotos de fines de los años veinte, mi madre aparece vestida como cualquiera de las muchachas de las clases modestas neoyorquinas que protagonizan las películas de aquellos años, el pelo a lo garçon, escote cuadrado, tacón ancho, falda charlestón... Apenas un decenio después, en las fotos de la posguerra, aparece una vieja enlutada y triste, se diría que han transcurrido cuarenta años entre una y otra fotografía, y que lo han hecho de forma inversa; que el tiempo ha corrido velozmente al revés, y la mujer de la foto de posguerra es la abuela de la jovencita vestida con aquella falda de talle bajo que pusieron de moda las muchachas que bailaban charlestón”.
Author: Lucas Marco
Published at: 2025-05-24 20:59:48
Still want to read the full version? Full article