A pesar de que la solapa de su autobiografía «Corredor de Fondo» (2016), (él practicó el atletismo), le señala como «miembro destacado de la generación del 50», José Corredor Matheos enseguida «se desvió», de la poesía de posguerra, tanto de la arraigada conformada, en un principio afín al nuevo régimen, como de la desarraigada desgarrada, marcada por las heridas de la pobreza, la censura o el exilio y que daría lugar a la poesía social. Lo es el olvido: Las espigas no crecen / si no es entre las tumbas, /no se escriben poemas/ si no es para el olvido; la inutilidad: Nada hay que yo toque/ que no se vuelva nada, /más a pesar de todo yo sonrío y escribo, /diciéndome: es inútil; el vacío: Vacío el universo/ no estás ni tu ni nadie/ sólo una luz perdida/ que va hiriendo la noche; la experiencia sin porqué: La pintura está ahí,/ si intentas apresarla /se escurre entre los dedos,/ confórmate con ver /lo que tus ojos miran/ y no busques razones,/ que no las necesitas; el no deseo: Por qué debes sufrir,/ por qué has de empeñarte/ en ser feliz. Olvidaba deciros que en mi casa/hay una puerta abierta, por si alguno/ quiere venir un día; sereno: Todo lo veo en actitud de espera / Por qué esa mansedumbre de las cosas/ la manera que tienen de parecer que esperan ./ Recógete en silencio/ aunque todo se agite en torno a ti./ Igual que si tú también esperaras; y Zen: «Leer sólo los libros con páginas en blanco/ qué libertad entonces: el blanco te ilumina, el vacío te llama, el no esperar ya nada, te permite/ leer lo que no está escrito«.
Author: (abc)
Published at: 2025-06-25 19:19:48
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