En este sentido, el caso del narcorrancho Izaguirre en Teuchitlán que –desde que se dio la noticia del descubrimiento de unos crematorios improvisados allí por los colectivos de búsqueda (t.ly/-4TaH)– ha sido, sobre todo por la conmoción generada por las imágenes de cientos de zapatos, mochilas u otros artículos sin dueños, comparado con Auschwitz en la prensa nacional e internacional, se vislumbra, desde la teoría de las comparaciones históricas, como un caso clínico de su uso con todas sus ventajas y limitaciones. Como vimos en la discusión pública de las últimas semanas, cuando están hechas sin tomar en cuenta debidamente, tanto las semejanzas como las diferencias (Marc Bloch), las comparaciones históricas gravitan hacia la simplificación y sirven de atajos cognitivos que distorsionan tanto el pasado como el presente: pocos comparatistas se han detenido, por ejemplo, a hablar del contexto y el funcionamiento particular de los campos de exterminio nazis (Vernichtungslager), limitándose a jugar sólo en las emociones y la memoria moldeada por la industria cultural dominante. Si bien de allí, insertándose en la principal función de este tipo de comparaciones –la llamada de atención (Hartmut von Sass)–, la analogía con Auschwitz , en efecto, logró acaparar oportunamente la atención a un grave, irresuelto y en buena parte ignorado problema de los desaparecidos (t.ly/bSnGi), pero la politización del tema –otra característica inherente de las comparaciones históricas (Gavriel D. Rosenfeld)– pronto eclipsó y rigió toda la discusión.
Author: Maciek Wisniewski
Published at: 2025-03-29 08:54:07
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