Esto, por un lado; por otro, el hermoso regalo que me hizo Miguel Alvarado, magnífico organizador del evento libresco, cuando me propuso que presentara El precio de la verdad (Penguin Random House, 2024), del soriano Jesús A. Cintora Pérez (1977), uno de los actos más emblemáticos de la feria que se programó para el jueves 2 de mayo y que dispuso, porque el azar que todo lo rige así lo quiso, de un inmejorable preludio: la carta a la ciudadanía que había publicado el presidente del Gobierno el jueves 25 de abril en una red social y en la que se hacía mención de la expresión “máquina del fango”, que alude a la licencia que se atribuyen gacetilleros, políticos y jueces para atacar a los que considera adversarios levantando sospechas sobre su comportamiento a través de infundios. Por eso, no creía que fuera merecedor de esta designación, y más cuando hay en Canarias inmejorables periodistas que hubiesen realizado no solo una extraordinaria presentación, sino un análisis más preciso y enriquecedor junto con el autor de lo que es una situación atroz en torno a los medios de comunicación: la multiplicación exponencial de canales informativos y, a la vez, el aumento de la desinformación por culpa del preocupante crecimiento de intereses por la promoción de la mentira, el embuste, el bulo, la manipulación; la actitud “piensativa”, entre cobarde y aburguesada, de quienes esquivan como sea la verdad reveladora, que tiene forma de pregunta inesperada y comprometida, de repregunta que descoloca y que desmiga el argumento tramposo, de dato contrastado que se muestra y que incomoda al interpelado; y el ataque despiadado de bots (sean de la naturaleza que sean) dirigido a quienes buscan que la evidencia —como ha de ser— prevalezca, que el rigor se imponga, y que la luz de las palabras ilumine y no emponzoñe los ánimos, las esperanzas, el conocimiento. Para mí, su esencia divulgativa me lleva a concluir que son los principales receptores de este Precio de la verdad los estudiantes de ciencias de la información y, de paso, cualquier universitario; y de paso también, los escolares de secundaria, sobre todo los bachilleres; y de paso, por supuesto, cómo no, el público en general, con independencia de sus quehaceres diarios, condiciones y situación, un colectivo que debería ser consciente de que los periodistas han de ganarse la vida con dignidad y sin necesidad de vender su código deontológico a los intereses de políticos y, por extensión, de entornos de poder empresarial y financiero.
Author: Victoriano Santana Sanjurjo
Published at: 2025-05-03 18:06:09
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