Cuando el príncipe Hisahito, segundo en la línea sucesoria del Trono japonés, concedió su primera rueda de prensa el pasado mes de marzo tras alcanzar la mayoría de edad, dedicó un énfasis especial ante el enjambre de periodistas que le abrumaban con sus preguntas a compartir el profundo impacto que le habían causado las historias "indescriptiblemente desgarradoras" de los supervivientes de la Segunda Guerra Mundial y, en concreto, de las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki en los encuentros que había podido tener con ellos hasta ese momento. Porque para cualquier miembro de la familia imperial, máxime para quien está llamado en el futuro a ser el soberano de la nación, una de sus obligaciones permanentes es contribuir a sanar a Japón de las heridas nunca cerradas del todo por los horrores de la contienda internacional y de los lanzamientos atómicos, de los que se cumplen 80 años. La situación es tan preocupante que las dos cámaras del Parlamento, la de Representantes -homologable a nuestro Congreso de los Diputados- y la de Consejeros -Senado- llevan más de dos años enredados en discusiones para modificar la Ley de la Casa Imperial con el fin de asegurar el futuro de la Monarquía.
Author: Eduardo Álvarez
Published at: 2025-08-06 20:40:49
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