Hubo gestos dirigidos a cicatrizar las heridas: el Rey Juan Carlos saludando en México a la viuda de Azaña; Felipe González asistiendo en el patio de la División Acorazada a la misa de la Inmaculada; José María Aznar visitando a Alberti y pronunciando unas reconciliadoras palabras en la presentación de los diarios de Azaña; Alonso Puerta, presidente de la Izquierda Europea, denunciando valerosamente, en la Eurocámara los crímenes de la banda terrorista. Ministros del Gobierno negándose a asistir a la jura de la Constitución por la Princesa de Asturias; presidentes de comunidades autónomas haciendo ostentación de su ausencia en los actos de la Fiesta Nacional; regiones compitiendo, durante la pandemia, por las mascarillas y los respiradores; en la dana o los incendios, donde unas tenían las competencias pero no tenían los medios y otras que, teniendo los medios, los administraron con un cálculo interesado o en las querellas en los incendios que han asolado, este verano, el territorio nacional. Y el epítome de la situación esperpéntica que vive el país –en medio de la degradación de las instituciones, la erosión constante de la calidad democrática y un apetito obsceno de los sedicentes defensores de lo público por lo que es de todos– es que la gobernabilidad dependa de hacia dónde señale el pulgar de un prófugo de la Justicia.
Author: (abc)
Published at: 2025-12-11 17:54:55
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