El pasado 13 de mayo, en un discurso en Arabia Saudí que quedó eclipsado por la actualidad, pero que contiene lo que debería ser el eje de la doctrina para Oriente Próximo del trumpismo, el presidente norteamericano elogió la transformación de Riad y otras ciudades de la península, como Dubái, Abu Dabi, Doha y Mascate, aplaudiendo a "una nueva generación de líderes que está superando los antiguos conflictos y las desgastadas divisiones del pasado, forjando un futuro donde Oriente Próximo se defina por el comercio, no por el caos; donde se exporta tecnología, no terrorismo; y donde personas de diferentes naciones, religiones y credos construyen ciudades juntas, no bombardeándose mutuamente hasta la extinción". No, las relucientes maravillas de Riad y Abu Dabi no fueron creadas por los autoproclamados constructores de naciones, neoconservadores, ni organizaciones liberales como las que gastaron billones y billones de dólares sin lograr el desarrollo de Kabul, Bagdad y tantas otras ciudades (...) Los llamados constructores de naciones (nation builders) destruyeron muchas más naciones de las que construyeron, y los intervencionistas interfirieron en sociedades complejas que ni siquiera ellos mismos comprendían. Ese día, ante empresarios, embajadores y líderes, Trump se presentó como ese pacificador, el artífice en su imaginario de una tregua entre India y Pakistán, el mediador que iba a terminar en 24 horas con la guerra entre Rusia y Ucrania, el candidato por todo ello al premio que más ansía y cree desesperadamente merecer: el Nobel de la paz.
Author: Pablo R. Suanzes
Published at: 2025-06-21 20:47:54
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