Con la connivencia evidente occidental, que encontró en China un potente aliado para la deslocalización económica, hemos comprobado cómo el país ha avanzado hasta ser la segunda potencia mundial, dispuesta a no bailar el agua, por ejemplo, a Estados Unidos y ejerciendo una dominancia hegemónica en Asia y extendiéndose a otros continentes como África y América, donde su presencia en Latinoamérica a nivel empresarial e inversor es cada vez más potente, pero… ¿realmente qué tiene de cierto acusar perennemente a China como una nación de plagios y copias? Tanto como para que los primeros albures de la salsa de soja y de la pasta de miso fueran chinos, aunque la forma en la que llegasen a las islas que conformaban Japón no está corroborada, lo que sí parece evidente es que ya en los primeros años del siglo XIV hay documentos escritos chinos mencionando a la salsa de soja. El origen de esta liturgia aparecería ya documentada en torno al siglo III d.C, durante la dinastía Han, aunque el florecimiento ya sería siglos después –alrededor del siglo VIII–, en plena efervescencia de la dinastía Tang que, incluso, dejó constancia por medio de Lu Yu, su cronista, de un ceremonial del té, que sería el autor del primer tratado del mundo de esta infusión, conocido como The Classic of Tea (茶经, en chino simplificado, pronunciado chájīng si se utiliza el pinyin).
Author: Jaime de las Heras
Published at: 2025-04-27 16:01:53
Still want to read the full version? Full article