Yo nací en la era de la Guerra Fría y la mayor parte de mi carrera como columnista transcurrió en la Posguerra Fría, esas décadas posteriores a 1989 que estuvieron caracterizadas por el predominio unipolar de Estados Unidos hasta 2020, cuando se produjo el caótico retiro norteamericano de Afganistán, seguido de la invasión a gran escala de Rusia en Ucrania, que hizo volar por los aires la andamiaje de seguridad de la Europa de la Guerra Fría y la Posguerra Fría, y luego el auge de China como verdadero par de Estados Unidos en materia económica y también en rivalidad militar. Una de las primeras cosas que me explicó fue que el santo grial de la revolución de la IA era crear una máquina con “inteligencia artificial general polimática”, o sea un polímata capaz de dominar la física, la química, la biología, la informática, la filosofía, a Mozart, a Shakespeare y el béisbol mejor que cualquier humano, y luego razonar en todas esas disciplinas a un nivel multidimensional superior al que un humano jamás podría alcanzar, para generar ideas revolucionarias que a ningún humano se le podrían ocurrir. En 2011, el historiador Walter Russell Mead comentó que tras la revolución de la década de 1990 que provocó el colapso de la Unión Soviética, los rusos tenían un dicho que hoy sería aplicable a muchos otros países: “Es más fácil convertir una pecera en sopa de pescado que convertir la sopa de pescado en una pecera”.
Author: Thomas L. Friedman
Published at: 2025-11-10 23:03:47
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