En El silencio de la escritura (1991), Premio Nacional de Ensayo, reflexiona sobre los vínculos entre la memoria y la escritura: no solo argumenta la necesidad de conocer el pasado para entender quiénes somos, sino que analiza los discursos a través de los que se transmite ese legado y el papel activo del lector para integrar esos referentes, para lo que resulta imprescindible educar en el pensamiento crítico, resistente al aletargamiento causado por la cultura visual electrónica y a la manipulación de las fuentes de noticias. Quien más, quien menos es consciente de los beneficios de la lectura a nivel pedagógico y emocional; pero Lledó, valiendo esa máxima de que la filosofía debe ayudarnos a repensar la vida práctica, da un paso más y enfatiza la dimensión política del discurso: “Si nos acostumbramos a ser inconformistas con las palabras, acabaremos siendo inconformistas con los hechos”, afirma, porque es a través de las palabras que conformamos nuestra idea de la realidad, de lo que somos y de lo que juzgamos. ¿Cómo no rendirse al pesimismo que, solapadamente, inyectan los promotores de la avaricia y la ignorancia?”), pero, haciendo valer su espíritu resistente de niño de la guerra, nos conmina a “amar la vida, toda la vida, y no solo la nuestra, la de los nuestros”, un propósito que “ha de concretarse en instituciones capaces de expandir esa necesaria forma de nueva identidad”.
Author: Cristina Ros
Published at: 2025-07-05 21:09:04
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