La interpretación más extendida es que, si bien Trump está lejísimos de ser un modelo de virtud cristiana (especialmente, en lo que a su vida sexual se refiere), estos votantes lo prefieren porque lo ven como un “instrumento” de Dios contra el secularismo liberal, especialmente por su oposición al aborto, su defensa del matrimonio tradicional y de la libertad religiosa (entendida desde la narrativa falsa de que los cristianos son hoy víctimas de persecución en los países democráticos), su sionismo conservador y su rechazo a las políticas de género y de reconocimiento de la diversidad sexual. Es, por ejemplo, la lectura que hace Rafael Aguirre Monasterio, catedrático de la Facultad de Teología de Deusto, en su reciente libro La utilización política de la Biblia, aludiendo a la identificación de Trump, en el discurso de estos sectores, con Ciro, rey de Persia. Pero deja por fuera el hecho de que, más allá de su comportamiento disoluto, el individuo es particularmente despiadado con las personas más vulnerables, tradicionalmente protegidas por las comunidades cristianas: las personas en condición de pobreza, afectadas por los recortes en ayudas sociales; las personas enfermas, abandonadas a su suerte como resultado de los presupuestos cercenados al Medicare; los niños, mujeres y ancianos palestinos que huyen de la guerra; y, sobre todo, los inmigrantes, víctimas del odio racista expresado en discursos y acciones gubernamentales, a pesar de que, en la ética bíblica, la triada del extranjero, la viuda y el huérfano es repetida como objeto de un mandato divino de protección preferente.
Author: Gustavo Román
Published at: 2025-07-12 14:30:00
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