Ni los gritos en el pleno del Congreso ni los tambores de guerra lograron silenciar el ruido que más ansiábamos escuchar en mi edificio: el zumbido del ascensor arrancado. Habían pasado 232 días en los que subimos y bajamos a pulso el carrito de mi bebé, la bici de mi hijo mayor y las bolsas de la compra. Las escaleras se convirtieron en una frontera infranqueable con el mundo exterior y su vida se detuvo el 29 de octubre de 2024 con la misma brusquedad con la que la nuestra solo se volvió cuesta arriba.
Author: Samuel Romero Aporta
Published at: 2025-06-30 20:23:52
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