El ritual infaltable de recorrer San José para comprar la lana del portal

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Lo que sí estoy seguro es que luego de cruzar la plaza de la Cultura y de ver de reojo al verdadero Hotel Costa Rica, todavía con su fuente arrulladora y sus palomas mágicas, cuando la gente podía sentarse en las bancas para hacer un poquito de comunidad –porque había bancas–, nos adentrábamos en la avenida central, carente de adoquines, quizás con restos de confeti después del avenidazo, pero de fijo con las luces incandescentes y multicolores del Túnel del Tiempo. La primera aguja no se había quebrado aún y mi tío todavía mantenía su colección de discos traída de Italia, contigua a su biblioteca de la National Geographic, con sus portadas llenas de cangrejos gigantes o del espacio exterior –como solían decirle en aquel entonces–. Ya ese día no importaba la llegada a cuentagotas de los familiares, las ausencias que se hacían más presentes que nunca, las cajas de regalos, o los arañazos que alguna vez recibí en medio de una guerra campal con mi prima por ver quién los repartiría.

Author: Ricardo Millán González


Published at: 2025-12-14 13:00:00

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