Tras el repique de las campanas de difuntos, hacia las 9.55 horas, los intensos aplausos de una abarrotada plaza de San Pedro, a la que acudieron unas 400.000 personas, y el canto de las gaviotas dieron la bienvenida al féretro de Francisco que salía de la basílica. Llevado a hombros por los sediarios pontificios, para ser depositado en el centro de la parvis de la basílica ante la mirada de los poderosos del mundo, de los cardenales vestidos de púrpura y de los obispos con su vestimenta litúrgica para los funerales, de los emocionados fieles, bajo el sol de Roma, que por un día volvió a ser caput mundi, capital del mundo, como decían los antiguos romanos. «El hilo conductor de su misión fue también la convicción de que la Iglesia es una casa de puertas siempre abiertas», señaló Re, para continuar: «Frente al estallido de tantas guerras en estos años, con horrores inhumanos e innumerables muertos y destrucciones, el papa Francisco elevó incesantemente su voz implorando la paz e invitando a la sensatez, a la negociación honesta para encontrar soluciones posibles, porque la guerra —decía— no es más que muerte de personas, destrucción de casas, hospitales y escuelas».
Author: valentina saini
Published at: 2025-04-26 19:10:00
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