El director Paul Verhoeven, europeo marcado por los recuerdos de la ocupación nazi y obsesionado con diseccionar el autoritarismo estadounidense, concibió desde el inicio una obra que no hablaba de insectos ni de batallas espaciales, sino del modo en que una sociedad aparentemente democrática puede deslizarse hacia la militarización, el fascismo y la obediencia ciega. El detalle más perturbador (la presencia alegre de niños en un entorno bélico, colaborando en la maquinaria propagandística) subraya que el ideal fascista no necesita violencia explícita para funcionar: basta con normalizar el adoctrinamiento desde la infancia, basta con convertir la guerra en entretenimiento y la obediencia en virtud. Funciona a varios niveles simultáneos: homenajea la forma cinematográfica de la propaganda nazi, parodia la retórica de reclutamiento estadounidense, expone la facilidad con la que la televisión y el lenguaje publicitario pueden legitimar ideas peligrosas y sirve como punto de entrada a un universo donde la guerra es espectáculo y el enemigo.
Author: Miguel Jorge
Published at: 2025-12-13 15:00:02
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