Casi se puede oír la voz de Gala, que se levanta de su mesa y da vueltas por el estudio, donde la luz entra a raudales iluminando los bolígrafos de colores con los que escribía y corregía sus textos, el sofá en el que descansaba o las obras de arte que cuelgan de sus paredes. Aparte de la ausencia de Gala (sin embargo, tan presente), los postes y las cuerdas que rodean los muebles recuerdan que aquí ya no vive el genio, que la finca que compró en 1987 para escapar de Madrid, primero por temporadas y, luego, por años, es ahora un museo en el que se preserva su legado y se atesoran sus recuerdos. Porque aunque el legado que de verdad le importaba a Gala no está en riesgo, la fundación para jóvenes escritores que creó en Córdoba y a la que dejó todos sus bienes, su otra herencia sí está peligro, la de aquellas palabras que aún resuenan en La Baltasara pero que van desvaneciéndose, desdibujándose en la memoria colectiva mientras su fiel secretario pelea contra el tiempo y el olvido.
Author: Chema Rodríguez
Published at: 2025-05-27 22:02:28
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