A más de 35 metros del suelo, los aviones eran remolcados sobre una pista de madera y expuestos a ráfagas de energía controlada que imitaban el comportamiento de un pulso electromagnético. En una época en la que los ordenadores apenas podían modelar con detalle fenómenos complejos, Baum defendía que solo había una forma fiable de entender el impacto de un EMP sobre un avión: aplicarlo directamente sobre una aeronave real, sin atajos informáticos ni recreaciones sintéticas. No se trataba de destruir el avión, pero sí de comprobar cómo respondían sus sistemas ante una amenaza invisible, capaz de quemar circuitos no protegidos, con el objetivo de reforzarlos para que siguieran funcionando tras un ataque real.
Author: Javier Marquez
Published at: 2025-06-15 19:01:29
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