Sé por qué hay ataúdes que permanecen semanas en las salas de estar y estoy lista para rechazar, con todo tipo de excusas, el ofrecimiento de un sándwich en un velatorio por parte de una viuda tan miserablemente pobre que no puede permitirse los veinte dólares que cuesta la inyección de formaldehído necesaria para evitar la putrefacción de un cadáver. Encontraba un placer morboso en el hecho de pertenecer a esa raza especial de corresponsales que eran capaces de estar de pie junto a un cadáver y apreciar que el cuerpo en el agua era probablemente femenino, que se entreveían restos de senos bajo la desvaída camiseta amarilla, pese a la falta de piel y carne en el rostro que quedaba por encima de esa misma camiseta. Rappler se veía capaz de alumbrar el nuevo tipo de corresponsal que demandaba la era digital, un equipo de noticias formado por una sola mujer, capaz de hacer fotos, grabar vídeos, lanzar preguntas, tuitear la última hora, publicar stories y avanzarse a la competencia, todo esto sin dejar de ir informando a cámara con un adaptador USB para tener acceso a internet y un iPhone sujeto a un trípode.
Author: Patricia Evangelista
Published at: 2025-05-14 22:04:28
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