Pese a contar con un reparto repleto de caras conocidas, un argumento muy sólido y una producción que para nada tenía que envidiar a sus compañeras de partida, la peli no fue tan bien recibida en taquilla como todo parecía presagiar, siendo desplazada a una segunda línea muy inmerecida en la carrera del autor de Amén, puesto que en mi opinión nos encontramos con una pieza de caza mayor que contiene muchas de las obsesiones y tics identificables de un Costa-Gavras que dio muestras de su pericia y personalidad rocosa pese a la juventud que ostentaba en el momento de la producción del film. Siendo la acción fundamental para el recorrido del film, Gavras no dudó en insertar pequeñas gotas de historia política (como esos elementos de recuerdo a la Guerra Civil española, o esas conversaciones entre los colaboracionistas anticomunistas con los maquis Gaullistas que bien reflejan los conflictos que tuvieron lugar en la Francia de la primera mitad del siglo XX) y también esos dilemas morales, tan del gusto del realizador franco-griego, que ofrecerán una perfecta pasarela para plantear dudas sobre los límites del bien y del mal, sobre lo justo y lo injusto, sobre los vicios y perversiones que también están presentes en esos héroes que deberían ser simpáticos para el espectador, sobre si merece la pena tomar partido y poner tu vida en peligro o dejar que las cosas sigan su cauce dado que el ser humano es irreformable y siempre caerá en los mismos vicios y corrupciones… A destacar el increíble reparto, plagado de caras conocidas del cine francés de la época, que da el do de pecho, resultando un divertido y creíble Doce del patíbulo (dio la casualidad de que Sobra un hombre compartió año de producción con la cinta de Robert Aldrich) con la presencia de los ya comentados Bruno Cremer y Michel Piccoli a los que se unieron una cara indispensable de la Nouvelle Vague como fue Jean-Claude Brialy, un Jacques Perrin muy presente en las primeras pelis de Gavras, el siempre interesante Gérard Blain, un Claude Brasseur que ayuda a salpicar de un tono picante y picarón algunas de las secuencias más divertidas y desenfadadas del film y un Charles Vanel en un papel ideal para escupir ese cinismo que tan bien le sienta a esta obra maestra del cine bélico de los sesenta.
Author: Rubén Redondo
Published at: 2025-04-27 15:13:44
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