Alemanes, franceses, canadienses y ciudadanos de otras nacionalidades, frecuentemente con sus papeles en regla o con infracciones burocráticas menores -y, en algunos casos, por razones desconocidas- han sido detenidos en Estados Unidos en condiciones propias de asesinos convictos, encadenados, en diferentes centros de detención -cárceles privadas en las que los presos están a menudo en jaulas comunales- desde la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca. Lo de que en Estados Unidos si lo para la Policía de tráfico usted tiene que dejar el coche en la cuneta y poner las manos en el salpicadero para dejar claro que no lleva una pistola y que no hace falta que el agente lo dispare primero y le pregunte después no es ninguna leyenda urbana. Pero, aunque su familia o allegados logren demostrar su inocencia, es de prever que a usted no le va a hacer gracia la experiencia de pasar dos o tres semanas -o dos o tres meses- en centros de detención para inmigrantes -una manera eufemística de decir "cárceles"-, viviendo literalmente en jaulas con otros internos, con uniforme de presidiario, comiendo en platos de plástico sin cubiertos y siendo transportado de prisión a prisión con más cadenas que un prisionero de guerra en el Imperio Romano, frecuentemente en trayectos de autobús que duran horas a través de diferentes estados.
Author: Pablo Pardo
Published at: 2025-04-09 22:15:25
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