El caos se ha desatado con el Sahel como oscuro objeto del deseo del expansionismo de Rusia y China; con el vecino Marruecos como aliado estratégico de Israel y Estados Unidos en su afán de explotar las riquezas de las aguas del Sáhara Occidental; con una Unión Europea (UE) obligada a multiplicar el gasto en defensa, con lo que ello podría implicar en forma de recortes en otras partidas fundamentales para Canarias; y con un Donald Trump que ha declarado una guerra arancelaria sin precedentes, una andanada con potenciales consecuencias que van mucho más allá de lo estrictamente comercial y que amenazan no solo con encarecer las importaciones, sino incluso con agotar, y esto es lo más preocupante, la capacidad de miles y miles de turistas que alimentan la economía, y la sociedad, de la región. Con el respaldo de EEUU y, de forma paradójica, también con el apoyo indirecto del Gobierno español, el Archipiélago es testigo mudo de los esfuerzos del Majzén por hacerse con las riquezas de las aguas que el Sáhara, que no Marruecos, comparte con Canarias, que corre así el riesgo de quedarse con los perjuicios –aquellos por los que en su día rechazó las prospecciones de Repsol– y sin ningún beneficio. Y en Bruselas habrá que ver cómo se cuadra el multimillonario gasto en defensa con el mantenimiento de los fondos para políticas agrarias, fundamentales para Canarias, o para el desarrollo de las regiones, los Feder y sus variantes, que tanto han hecho por el desarrollo de la Comunidad Autónoma y que tanto deberán o deberían hacer en el futuro por un territorio con una riqueza per cápita que lo sitúa en el vagón de cola de la Unión.
Author: Moisés Álvarez
Published at: 2025-04-06 17:25:52
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