“El objetivo del sacrificio era ofrendar lo más preciado del ser humano: su vida, como un alimento al dios solar, a fin de que este hiciera posible cada amanecer, garantizando así la continuidad del mundo”, explicó el arqueólogo Raúl Barrera Rodríguez, quien además, expuso una hipótesis que vincularía los restos óseos con el mito del enfrentamiento entre la diosa lunar y el dios solar. En cuanto a los cráneos de los niños, el investigador contó que pudieron haber sido considerados ixiptla -palabra nahua que significa representación, y que viene de las voces xip (piel) e ixtli (rostro o algo que está en la superficie de un ser consciente)– de Huitzilopochtli niño, y, de esta forma, aludió nuevamente al mito del nacimiento del dios de la guerra. Por último, Raúl Barrera enfatizó que todo lo construido dentro del Recinto Sagrado por los aztecas tiene un significado: “Podemos ver que el eje arquitectónico dedicado a Huitzilopochtli –mismo que va del costado sur del Templo Mayor y conduce a edificios como el Huei Tzompantli a través de un piso de piedra con serpientes en altorrelieve– recrea el camino seguido por Coyolxauhqui, quien se dice atravesó por Tzompantitlan y Coaxalpan –el suelo arenoso de las serpientes– en su camino al monte Coatepec”.
Author: LA NACION
Published at: 2025-05-21 21:41:56
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