Es el caso del refugio antiaéreo que dormita bajo los adoquines de la plaza de Cervantes, en el corazón de Alcalá de Henares, inaugurado en el otoño de 1938 en plena Guerra Civil. La explicación terminó siendo sencilla: un imbornal (esas rejillas por donde se vacía el agua de lluvia de la superficie) desaguaba justo en el refugio, vertiendo en el mismo desde restos de comida que tiraba la gente a todo tipo de papeles. Consiguió traspasársela antes de morir a Juan Raboso, dueño de la tienda de comestibles de entonces, y a Francisco del Río, que escondieron la certificación en una caja metálica de galletas dentro de una oquedad en un pozo.
Author: Daniel Somolinos
Published at: 2025-05-17 22:05:55
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