Por supuesto, si hay una marca distintiva de Arendt es la manera en que nos invita a reconsiderar el espacio de la política para desplazar la mirada del solo énfasis en las formas de gobierno –que se impone en las visiones institucionalistas, dominantes en el liberalismo imperante y en la ciencia política hegemónica– a las posibilidades de la acción: lo que supone actuar con otros para hacer valer una pluralidad: no una identidad multiplicada, sino la aparición de un sujeto colectivo que exige relaciones de igualdad para hacer valer una diferencia que enriquece el mundo y lo hace más común. Una aproximación que habitúa a considerar como superfluas a todas aquellas vidas de las que puede sacarse un rendimiento y que puede terminar en las peores formas de exterminio, como lo demostró el neocolonialismo europeo en África, junto a la Shoah, que Arendt puso en relación, y más recientemente el genocidio palestino, que la autora también anticipó en sus reflexiones críticas contra el Estado de Israel y los peligros de su suprematismo étnico. Pensemos, por ejemplo, en el afán de trazar distinciones entre experiencias, que la autora desplegó para evitar que unas se sobrepusieran a otras, y cómo esto la llevó a traicionar un pensamiento más relacional, al introducir separaciones analíticas entre cuestiones que están necesariamente conectadas, como la política y la economía, el hacer y el actuar, la libertad y la necesidad, el conflicto y la violencia, la capacidad discursiva y la afectiva, el lenguaje y el cuerpo.
Author: Damian Pachon Soto
Published at: 2025-11-01 15:32:50
Still want to read the full version? Full article